miércoles, 6 de julio de 2011

Diario de a bordo. Part. 5

Hola de nuevo...

Después de una semana agotadora de trabajo... voy a concluir nuestro viaje por Indonesia, contando los últimos días de nuestra ya lejana luna de miel...

...Volvimos a Bali desde Lombok, esta vez a la zona de Kuta, la más poblada de la isla, en la que se concentran los turistas, sobre todo ingleses y australianos. La zona en su día debió ser bonita, pero hoy es una amalgama de despropósitos, en donde puedes encontrar casi de todo, además de grandes dosis de pobreza, algo que hasta ahora, sólo habíamos visto en Jakarta, la capital de la isla de Java. Una zona en la que los megahoteles de cinco estrellas (y digo mega por el tamaño, no por la calidad...) se mezclan con los barrios de mercadillos interminables, y la playa se convierte en un despropósito en el que puedes encontrar masajes, manicuras, pedicuras, tablas de surf, refrescos... todo amontonado, sin higiene de ninguna clase, ni respeto alguno... Dónde quedó el Bali que nosotros conocimos??? Los alrededores de Ubud, el olor a flores, las cometas... Nada de nada, el turismo masificado se apodera de todo y lo hace desaparecer...

Y como nos ha sucedido en los lugares en los que nos hemos sentido extraños, el hotel al final se convierte en un refugio, en el que encuentras un remansito de paz en medio de la locura...



Día y medio en Kuta fueron más que suficiente para valorar que a menos de 20 kilómetros estaban la paz y la tranquilidad y que gracias al cielo, todavía existen en Bali y se pueden vivir y disfrutar. Nos decían, "Kuta hay que verlo"... y si, hay que verlo, para poder valorar el resto...

El viaje llega a su fin, y comenzamos el regreso hacia España, nuestro vuelo incluye escala en Doha (Katar) y ya que pasábamos por allí, planeamos hacer una escala un poco más larga de lo habitual (dos horas), para poder conocer la ciudad, durante casi 20 horas... Cuando llegamos a Doha estábamos agotados, a punto estuvimos de intentar cambiar el vuelo, pero fuimos valientes y decidimos cumplir con el programa del viaje...

Doha, la ciudad fantasma... Nacida de la nada, en medio del desierto, 50 grados a la sombra desde las 9 de la mañana, arena del desierto en suspensión, y nadie por las calles...

Alquilamos un coche en el aeropuerto y recorrimos Al-Corniche,


la avenida principal, un par de veces, hasta llegar a la zona financiera, en la que rascacielos de todos los tipos se alzan inmóviles e impasibles, muchos de ellos en construcción, otros muchos al filo del abandono. No se puede pasear, sientes que la piel se te derrite, de casa al coche, del coche al centro comercial, del centro comercial a la oficina... así es la vida en Doha. Esperamos a que abrieran el Museo de arte Islámico, un edificio tosco al exterior, pero sutil al interior, luces muy cuidadas, espacios amplios y acogedores, y una colección en la que las piezas procedentes de España, son incontables (sentí una cierta sensación de expolio...).






A la salida la temperatura era insoportable, nos faltó correr en busca del coche, pero el calor nos lo impedía, creo que me sudaban hasta los ojos... Así que, comenzó la visita a los centros comerciales. Es increíble lo que pueden hacer un puñado de dolares... Esta gente vive en la nada, pero lo quieren todo, así que, ni cortos ni perezosos, sus centros comerciales recrean Venecia, con sus canales y sus góndolas, su decorado de casas palaciegas y su cielo azul pintado en bóvedas que cubren las calles recreadas, parques de atracciones encerrados entre cuatro paredes, cars, pistas de patinaje, piscinas de olas en las es posible hacer surf... Y todo, para huir de la realidad que tienen fuera, la nada, el desierto y un calor insoportable...


A las cinco de la tarde empezó a anochecer y la temperatura bajó hasta los 36 grados, así que decidimos acercarnos al Zoco, una recreación de lo que debió ser en su día, que conserva parte del encanto de sus callejuelas intrincadas y sus comercios variopintos agrupados por zonas, la de las telas, la de las especias, la de los animales... Una mezcla de olores y colores que engancha... una experiencia nueva... Para mi gusto, lo mejor de Doha.



Ya de noche cerrada, a las siete, dimos un paseo por Al-Corniche, descubriendo como se llena de europeos que corren por el largo paseo, familias que salen a disfrutar del Skyline



y de las enormes extensiones de césped verdísimo, que los magnates del petróleo han fabricado en medio del desierto. Un paisaje de contrastes brutales, con una preciosa imagen de postal, y un número enorme de europeos en busca de un buen trabajo y fortuna, a cambio de una vida rara, expuestos a los temibles aires acondicionados de los espacios cerrados, que trabajan incansables para conseguir los 17-18 grados. Y así, en uno de esos brutales cambios, les de un jamacuco y sean uno menos a repostar en las enormes colas de las gasolineras, en las que el litro de gasolina ronda los 10 céntimos... SÍÍÍÍ!!! Has leído bien... un chiste!!!

Sin ninguna pena nos despedimos de Doha, con la esperanza de llegar pronto a España, nuestro precioso país, nuestro gran tesoro...

Y aquí acaba nuestra pequeña gran aventura, un viaje que no olvidaremos nunca, nuestra luna de miel...

Habrá otros, seguro, pero este será siempre único...

Un beso y hasta pronto.

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